Sin condón y follando con su sexy novia adolescente, Roxy, yacía inmóvil, empapada en sudor, con el rostro contorsionado por un dolor silencioso. Le temblaban las piernas. En qué se había convertido. Epílogo: El Silencio de los Santos.
Roxy fue recuperada con vida más tarde, a duras penas. Simplemente rodó de lado y lloró, no de vergüenza, sino de saber que su cuerpo ya no le pertenecía. La miró, aún convulsionando en el suelo, y por una vez, los poderosos Astartes se quedaron sin palabras. Roxy gritó. La Hermana Roxy no nació heroína; se forjó como tal, moldeada por el dolor, la obediencia y el fuego de la devoción. Cuando comienza.
Roxy lo mordió y se acostó. Solo dos almas respiraban en esa cámara silenciosa: la Hermana Roxy, despojada de todo menos de la fe, y la sacerdotisa Verena, cuyas manos temblaban a pesar de décadas de calma ritual. La Hermana Roxy no nació heroína; se forjó como tal, moldeada por el dolor, la obediencia y el fuego de la devoción. Caelen se alzó sobre ella, recobrando su tamaño original. Resistió, porque no tenía otra opción. "Entonces déjame romperme. Una reliquia de guerra jamás hecha para la carne". Tras interminables minutos, la presión cambió. Rió. "¿Estás segura?", preguntó Verena en voz baja. Epílogo: El Silencio de los Santos.
Roxy fue recuperada con vida más tarde, a duras penas. Los respiraderos silbaron. Había preparado el núcleo, lo había ungido y calentado con aceites sagrados para facilitar el paso. Entre ellos yacía el objeto: un núcleo de energía revestido de adamantium santificado, aproximadamente del tamaño de un puño enguantado. Le temblaban las piernas. "¿Estás segura?", preguntó Verena en voz baja. Pesada. En lo que se había convertido. Tras interminables minutos, la presión cambió. Su orgullo se hizo añicos. Pero en una galaxia que reduce incluso a los santos a polvo, su