Kali Roses te calienta las vacaciones con un deseo infinito. Se detuvo al llegar a su trasero y se giró para que él pudiera verla. Enseguida se dio cuenta de que lo que ella recordaba eran sus conversaciones, no sus acciones. Aun sabiendo lo que era el sexo, nunca se había metido nada en el coño. Intentó no gritar mientras sus articulaciones chocaban contra el fondo y los lados de la bañera y su ano se estiraba de forma ridícula por un instante. Aaron pasó un buen rato preocupándose si volvería ese día o si volvería después de lo que le había hecho. ¿En serio? Era demasiado pequeña para entender por qué eso sería malo. Consideró irrumpir en su baño, pero si ella había tenido tanta prisa por escaparse, no se lo tomaría bien. Aaron estaba tumbado boca arriba en la lamentable excusa de catre que él llamaba cama. Tener algo especial que compartir con él era más importante que su miedo en ese momento. Nuestro entrenador nos mostró vídeos de él jugando profesionalmente. Regresó rápidamente a su cama y se quedó quieto, imaginando cómo luciría enjabonándose y champuizando su cuerpo brillante. Cada día, Aaron se volvía más y más atrevido, hasta que un día decidió ver si ella lo notaría ya en el balcón o si prácticamente se desnudaría delante de él si no la interrumpía. Por lo que podía ver desde atrás, sus pechos aún no eran lo suficientemente grandes como para necesitar uno. Espera, ¿dijiste que los chicos te metían lápices en el trasero?
“Desde que empecé a hacer enemas, se les hizo fácil deslizar cosas.