La zorra hermanastra Kenzie Madison recibe su merecido de su hermanastro en el baño – TeamSkeet

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La perra hermanastra Kenzie Madison recibe lo que se merece de su hermanastro en el baño – TeamSkeet Mi toalla apenas se aferraba a mis caderas, y sentí cada centímetro de mi incomodidad mientras estaba allí de pie, tratando de mezclarme con el fondo. Apenas podía pensar, y mucho menos responder. Abrí el agua a fría, esperando volver a alguna versión de la normalidad. Mi cara se puso caliente. Sus hombros eran anchos, su pecho definido y sus abdominales parecían haber sido esculpidos por el mismísimo Miguel Ángel. Fue abrumador, imposible procesar lo bien que se sentía. Me derretí, bajando la cabeza mientras él masajeaba pequeños nudos y puntos doloridos que ni siquiera sabía que tenía. "Hasta luego, freshie".

"Luego", dije, con la voz entrecortada como si me hubieran empapado en la pubertad otra vez. "Colt", dije, poniéndole el apodo que quería tener en mi nuevo colegio, con las mejillas ardiendo porque ni siquiera me había acostumbrado a oírlo. Empezó a enjabonarse con naturalidad, sin rastro de inseguridad, pasándose la espuma por el pecho y los brazos con una naturalidad que me puso los pelos de punta de envidia, y algo más que no estaba preparada para reconocer. Y, al parecer, no fue sutil. Es pura influencia.

—Claro... Pero no lo hice. Su voz era tranquila, divertida, como si lo hubiera visto mil veces. Su voz era tranquila, divertida, como si lo hubiera visto mil veces. Eso fue solo... nervios. Me gustó mucho.

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