Una monada rubia se folla a un completo desconocido en su coche La nave se estaba desmoronando, las retorcidas y sobrenaturales energías de la disformidad se filtraban a través del casco y desgarraban el tejido de la realidad misma. El cuerpo de Sofía se convulsionó. "No pude detenerlo", articuló. Podía sentir la presión creciendo, el aire denso con las energías malévolas de la disformidad, y sabía que si no escapaban ahora, tal vez nunca lo lograrían. Jadeos de dolor y sollozos salían de ella sin parar. Una noche, mientras Sofía y su equipo estaban asignados a patrullar los niveles inferiores de la nave, un incidente inesperado sumió la nave en el caos. Había presenciado los horrores de la guerra de primera mano: ciudades destrozadas por invasores xenos, los gritos de civiles atrapados en el fuego cruzado y la brutal disciplina del Astra Militarum. "¿Qué crees que es?" —preguntó, con voz firme pero alerta. Se desplomó hacia adelante con un gruñido, temblando. La idea la horrorizó. —No lo sé —dijo Vendric, frunciendo el ceño. Sintió que se movía, pero ya no era *ella* quien lo hacía. El metal de la nave crujió como si se doblara o se desgarrara. Tenía fama de hábil con las armas pesadas y de inquebrantable lealtad a sus camaradas. Las paredes se estremecieron como si la nave misma se estuviera desgarrando, y Sofía pudo sentir el peso opresivo de la disformidad presionando su mente. Su historia comenzó en los sectores industriales de una ciudad colmena, donde había aprendido por las malas que solo los fuertes sobrevivían. Sin embargo, a pesar de su intimidante tamaño y del peligro siempre presente de la disformidad, Sofía se movía con confianza, una guerrera entrenada del Astra Militarum.
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